El ejercicio físico provoca cambios inmunitarios que se manifiestan de forma diferente dependiendo del tipo y la duración del mismo.
fagocítica disminuye (Robson et. Al. 1999ª); la actividad de las células NK; puede disminuir el cociente de los linfocitos T CD4+/cd8+(cooperadores/ supresores) si el ejercicio es prolongado e intenso.
El nº de linfocitos B y la producción de inmunoglobulinas por los linfocitos B, quedan inhibidos.
Incluso los sujetos entrenados tienen niveles inferiores de neutrófilos (Blannin et al. 1996) e inmunoglobulinas en saliva (Mackinnon, L.T. 1996).
Elementos tan importantes para la inmunología, como la glutamina, disminuyen drásticamente después del ejercicio de baja intensidad y larga duración, y necesita al menos de 5 horas para recuperar sus niveles previos (Robson et al. 1999).
Sin embargo diferentes estudios aceptan que el ejercicio moderado afecta de manera positiva a la eficiencia del sistema inmune. Cuando la intensidad aumenta se es más susceptible de contraer infecciones en las siguientes 24 horas al ejercicio.
Los deportistas que entrenan y compiten a determinado nivel, lo deben hacer con intensidad elevada si quieren obtener los resultados deseados. Eso supone un estrés grande para el organismo, incluido el sistema inmune, de tal forma que necesita mucho tiempo de recuperación. Debido a la intensidad de entrenamiento, este período de recuperación no termina de cumplirse, y el sistema inmune no se recupera.
Pero con un ejercicio de intensidad moderada, en la que todos los sistemas tengan tiempo de recuperarse antes de la siguiente sesión de entrenamiento, las defensas no sólo se mantienen, sino que a demás mejoran gracias al principio de adaptación al ejercicio.
Así que un ejercicio bien programado y de intensidad moderada, mejora tu sistema inmunológico.
REFERENCIAS:
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